El relax del tonto



Apenas nos dignaríamos a mirar el arco iris si éste permaneciese por mucho tiempo en el horizonte.
Berthold Auerbac

Para que un artículo de opinión se considere periodístico (que tenga cabida en un medio de comunicación) se necesita que cuelgue de una percha de actualidad, que se base en algún hecho reciente que haya recibido tratamiento informativo. Si no, al menos, para responder al interés general debe tratar sobre un tema que pertenezca a la denominada actualidad permanente, noticias similares que se repiten constantemente, como la violencia de género o los accidentes de tráfico. En estos los últimos tiempos otro asunto recurrente ha pasado a engrosar esa lista: la corrupción y la malversación entre los políticos.

Por este motivo se explica que un comentario sobre el envilecimiento de aquellos que detentan cargos públicos encaje en un periódico cualquier día. Puede haberse pensado hace una semana, escribirse mañana y publicarse dentro de un mes; da igual, seguirá ligado a la actualidad con independencia de la fecha. Una realidad patente que pertenece a lo consuetudinario. Dato que indica el nivel de putrefacción rutinaria al que nos sometemos. Y pensar que nos regocijamos de vegetar en una sociedad democrática…

Hay un detalle aún más preocupante que resulta tranquilizador: la desconfianza en el sistema no supone un problema autóctono español. Basta escudriñar someramente los casos Brown o Berlusconi. Según un estudio reciente los españoles consideramos los partidos políticos como las instituciones más corruptas; el grado de corrupción que asignamos promedia el 3,6 (en una escala del 1 al 5), por debajo de la media de la UE, lo cual nos sitúa en el vigésimo octavo puesto del ranking.  En fin, mal de muchos, consuelo de tontos.


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