Niñatos



"Los deseos del joven muestran las virtudes futuras del hombre"

Cicerón

La ola ya ha pasado. El tema ya no interesa, como si ya no hubiese problema o peligro. Ya no se habla de “los sucesos de Pozuelo”. Durante dos semanas han ardido hogueras contra la juventud en todos los medios: “una buena hostia es lo que necesitan”, “no tienen ninguna educación”, “en mis tiempos sabíamos divertirnos”, “los jóvenes de ahora son unos vándalos”, etc. Ya se han extinguido, pero las cenizas quedan. Puede que nadie repare en ellas, pero las constantes ofensivas informativas hacia el mocerío se acumulan y hacen mella.

Qué sencillo y placentero resulta sentir la generación propia como el modelo a seguir, como la buena. Qué sencillo compararse con “los de ahora” y presumir de cualquier tiempo pasado; que por su puesto fue mejor y más duro. Ahora les dan todas las facilidades; tienen la oportunidad de ser lo que quieran en la vida. ¿Qué más pueden pedir? Y lo agradecen con rebeldía e indisciplina… Pero qué gran engaño. Qué falta de de empatía. No es cierto que todos los jóvenes sean maleducados, borrachos, folloneros y vagos. No es justo inculpar por sistema a la juventud. Ni aprovechar la mínima oportunidad para hundirles más en la mierda y restar mérito a sus logros. También forman parte del mundo. Quizá, solo pretenden llamar la atención de la sociedad para que, al menos por una vez, les arrope.

Nadie piensa en las dificultades de los jóvenes de hoy para madurar y prosperar. La sociedad no se lo permite. Lo tienen todo, pero les falta algo: futuro. Su vida está hipotecada. Les han arrebatado las expectativas. Y se les pasa el arroz. La única vía de supervivencia consiste en arrejuntarse por el rito mileurista y trabajar para el banco durante unos cincuenta años, luego seguirán trabajando otros veinte para pagar las pensiones de sus mayores y por último, los más afortunados, podrán disfrutar de sus cánceres en paz mientras ven a “la Esteban” berreando 24 horas. He cargado el cuadro de pesimismo, sí, pero las pocas pinceladas alentadoras que caben no iban a convertirlo en un bello paisaje. Así que viejos, si la sociedad es vuestra, quedárosla. Pero al menos responsabilizaros de ella, no nos carguéis con el muerto; os guste o no, recogéis lo que habéis sembrado.


F.A.Q. de las sicav



Ahorro debería escribirse sin “h” para economizar una letra

Chiste anónimo

De repente ha aparecido un nuevo concepto en nuestras vidas: sicav. Y, para nuestra suerte, hemos descubierto que España está copada de expertos en finanzas e inversiones; aunque hace un par de semanas ni supiésemos qué es una Sicav. Así, puesto que la mayoría de lo que se ha dicho demuestra un total desconocimiento en la materia, me sumo a grupo de “nuevos economistas” para aclarar algunas de las incorrecciones (y superficialidades ramplonas) que han divulgado los grandes medios.

¿Qué es eso?

Una Sicav es una sociedad colectiva de inversión en capitales variables que tributa al 1%… Simplificando, es una empresa (una sociedad anónima) que se dedica únicamente a invertir dinero en bolsa. No produce ni vende nada, únicamente invierte. Para información más detallada buscar en Google.

¿En qué se diferencia del resto de empresas y sociedades de inversión?

Su principal ventaja es su tributación simbólica: tan sólo el 1%. La panadería de debajo de tu casa, por ejemplo, tributa en torno al 30% (depende de deducciones, etc, claro). Como contraprestación se deben cumplir unos requisitos difíciles de alcanzar para el común de los mortales: básicamente para formarla se necesitan, al menos, cien accionistas y un capital mínimo de 2.400.000 euros. Una vez en marcha han de respetarse una serie de limitaciones, como diversificar la inversión, para reducir los riesgos (ya se sabe que la bolsa es un casino).

¿Para qué sirve?

Para que los millonarios ahorren. No les vale ingresar el dinerito en la cartilla como hacemos los del vulgo. Ellos lo hacen bien e, incluso cuando ahorran, siguen ganando dinero.

¿Por qué se habla tanto de ello ahora?

Porque el Gobierno anunció que subiría los impuestos a las rentas de capitales. Sin embargo, nuestra Ministra de Economía, Elena Salgado, asomó la cabeza inmediatamente para tranquilizar al alarmado millonario ibérico, una especie dispuesta a migrar en busca del clima fiscal más propicio, y aclarar que la tributación de las Sicavs permanecería inmutable pasase lo que pasase. Así se ha destapado la polémica acerca de este tipo de sociedades.

Si se supone que los ricos deben pagar más impuestos… Entonces, ¿por qué coño existen las sicav?

Porque ellos lo valen. Tal cual. Si no tragábamos, no entrábamos en la Unión Europea. Las Instituciones de Inversión Colectiva (IIC) son otro de los múltiples tropezones que se colaron con el puré de subvenciones y ayudas.

¿Por qué no contribuyen con lo mismo que el resto?

Un fundamento para que paguen tan pocos impuestos es porque se trata de una institución colectiva, por tanto, un vehículo neutro de inversión. Es decir, que en teoría pierde el control sobre su dinero hasta que lo retira de la sicav. Además, los dividendos (su fuente de ingresos) ya han tributado previamente.

No obstante, conviene aclarar algo que se está divulgando erróneamente en los medios. Lo que tributa al 1% son los ingresos que generan sus inversiones en mercados cotizados. Pero, esos ingresos siguen estando dentro de la sociedad. Si se repartiesen dividendos, o alguien decidiese retirar su dinero de la sicav, debería además tributar por la plusvalía (el aumento de valor de su cuota de participación). Es decir, de lo que fuese a parar de nuevo para sus bolsillos, pagaría un 18%, igual que cualquier familia.

¿En qué benefician a la sociedad?

En teoría, repercute positivamente en la sociedad porque fomenta el ahorro y la inversión en nuestro país; aunque una sicav puede invertir en la City o en Wall St. sin problemas. Para la economía (especialmente la capitalista), el dinero que se estanca, lo que guardamos en el calcetín, son recursos y oportunidades que perdemos para continuar creciendo (financieramente). Se supone que con esta figura tan ventajosa se estimula a los millonarios para que sus fortunas se reviertan en el tejido empresarial. Bueno, o al menos en las grandes empresas, las únicas con capacidad de cotizar en bolsa.

¿Cuál es el problema de las sicav?

Que su marco legal es excesivamente laxo. Y esto para los tiburones, que se las saben todas, supone un libertinaje de movimientos contraproducente y al final, las sicav se convierten en un refugio fiscal para las grandes fortunas de nuestro país.

De hecho es habitual que las sicav supongan un fraude. El señor millonario se acerca al banco, dice que tiene tres mil millones y lo quiere formar una sicav, pero está la traba de reunir a cien personas. Así que el banco, ofreciéndose como entidad gestora, le procura a 99 empleados que, a cambio de una propinita, firmarán encantados un papelito aceptando su participación en la sociedad: aunque su aportación sea de un euro (la ley no establece una cuota mínima para cada socio). Estos son los llamados mariachis, por la ranchera aquella de “con dinero y sin dinero…”. Y así está el percal.

¿Qué podría suceder si se aumentasen la carga impositiva a las sicav?

Pues se teme una fuga de capitales a otros países de nuestro entorno con menor presión fiscal para este tipo de sociedades. Bastaría con liquidar la actual sicav (también pagarían impuestos por esto) y formar una nueva con sede en el otro país. Seguramente el dinero seguiría estando invertido en la bolsa española, puesto que es la que mejor conocen; así que lo gordo del asunto no peligraría, aunque el miedo está presente. Pero el Estado perdería el 1% de los beneficios más el 18% de las plusvalías, que tarde o temprano llega. La única solución pasa por una directiva europea que forzase incrementar la tarifa impositiva conjuntamente para “acorralar” a los tiburones.


¿Regresando al futuro?



La imprudencia abre la puerta, y la pereza la mantiene abierta.

Refrán español

¡RING! ¡RING! Suena el despertador, otra vez. La enorme piedra de Sísifo se precipita leal a la gravedad, otra vez. Legañas, tráfico, alboroto, ceños fruncidos, desazón… Otra vez. Septiembre, el monstruo, regresa de ultratumba otra vez más. Y aunque no a todos nos suponga estrictamente la vuelta de las vacaciones, sí significa al menos la llegada de un nuevo curso que nos devuelve la rutina del anterior. Otra vez la tranquilidad se desvanece. Otra vez los brotes de energía y relax son sofocados por una pandemia de desgana. La intransigencia al calendario y la pereza son síntomas generalizados. Pero tampoco hay que alarmarse, solo se trata de una vaguedad transitoria. Lo que eufemísticamente llaman “depresión postvacacional”.

Superarla resulta obligatorio para retornar al trabajo. Sin embargo algunos se resisten: pretenden simular que trabajan para eludir así el trauma; o aplazarlo lo máximo posible. Pero esto en los políticos no cuela, así que dejen ustedes de disimular sembrando incoherencias porque se delatan. Capitaneando la cafetería, haciendo tiempo, está el Gobierno (como el café sale a 0,80 pues cafeinómanos todos), que por pura galbana se dedica a decir y desdecir; prefieren hablar sin pensar, ya luego se arrepentirán. Y mientras, en el despacho esperando está la estrella del momento, Doña Crisis Mundial de los Mercados, acompañada por su representante, Don Empacho de Demagogia y Excusas.

Primero vociferó el Gobierno unas ayudas a algunos desocupados; aunque inmediatamente han aprendido que una medida necesaria, y en principio popular, se te puede enquistar si no desarrollas la idea con un poco de esfuerzo y reflexión. Anda, que no caer en que quien más necesita la ayuda es quien más tiempo lleva sin ingresar un céntimo… Así que de la nada brindó una polémica y una retirada a la competencia. Y puestos a retractarse, se descosen los galones “de izquierdas” que lucían desde Moncloa: los famosos 400 euros y el cheque-bebé; antes sí, pero ahora ya no son medidas socialistas. Más vale tarde que nunca, y rectificar es de sabios… Claro, que más sabio hubiese sido hacer las cosas bien y a tiempo.

El resto de grupos políticos pues a lo que toca, aprovechar el regalito. ¡Puf! Pero ponerse a trabajar ya... Así que a alimentarnos de demagogia que es bonita, barata y no hay que cocinarla. El resultado: exigir más ayudas para cualquiera, pero sin tocar los impuestos. ¿Y eso cómo se come? ¡Pues para mí una paella, sin arroz! Por supuesto, quien más ha desperdiciado la ocasión ha sido el PP: ellos siguen en su isla, con la teoría de la conspiración, que da rédito electoral y no requiere ni mirar alrededor, ni recordar nada, ni elaborar argumentos de oposición al Ejecutivo. Está visto que montar ruido sube la audiencia y apetece más que sentarse en la mesa con el calendario en una mano y la calculadora en otra para estimar hasta dónde da de sí el déficit (que vamos a por el 5%).

Tampoco imaginaba que nuestros serviciales y atentos representantes políticos volviesen de sus cortas y austeras vacaciones con ganas de atarearse en la oficina. Más bien esperaba la reaparición tal cual se ha producido: como zánganos. Otra vez. La sorpresa ha sido que, por primera vez en la historia patria, la depresión postvacacional afecta a los parados, que a este paso se ven de veraneo todo el año.