¡Cuidado! La caja mancha...



¡Desdichado de mí, que ni soy caballero andante, ni lo pienso ser jamás y de todas las malandanzas me cabe la mayor parte!

Sancho Panza

En una caja de la Mancha, de cuyo nombre no es necesario acordarme, no ha mucho tiempo que mandaba un rufián de los de talonario en bolso, adarga política y carro potente. Su gracia: Don Juan Pedro Hernández Moltó, de estirpe parlamentaria. Pero no creó el Altísimo tal raza para administrar las haciendas ciudadanas; y así fue que el sino arrebatole lo que había malogrado.

De cómo llegaron a frustrarse los planes de tan desmerecido  bellaco nada o poco conocerán los villanos de cuyos caudales aprovechose para cebar su fortuna, a costa ello en ocasiones del artificio. Habrán los desgraciados de aguardar aciagos que el Señor MAFO rescateles cual paladín. Empero, ¿tendrá este MAFO, por Don Moltó tan lisonjado, algo de responsabilidad en el suceso? Pues al menos sospechoso resulta que Viñals, respetado hidalgo curtido en las finanzas, otrora segundo del Banco de España, dimitiese no ha muchas jornadas. Desde luego el cid MAFO erró en su función de supervisor, igual que el gobierno manchego. Incuria esta que bien se cuidarán para que nadie ajusticie jamás.

¿Considera vuesa merced propasada mi reclama? Pues válgase de esotra hazaña: el escudero de Moltó (su vicepresidente) negose a firmar los últimos presupuestos de CasiCasaMoltó… Quizá debido al ahínco deste por desdeñar las advertencias de los peregrinos que vaticinaban su fragilidad por lo que advenía al ladrillo, adonde gustaba de apostar los capitales ajenos. O hállese el porqué en las entrañas del “desinteresado” préstamo que concediole a Martinsa un mes antes de que se declarase arruinada; o tal vez en la precaria inversión del puerto aéreo ciudarrealense. ¡Cuántas malas estocadas en medio de la batalla!

Idos hubolos siempre, y zascandiles también, pero caros nos han salido a los inocentes espectadores los gigantes tornados molinos que partiéronle el yelmo a Moltó: 9.000.000.000 € (¡la de abono transportes que me apañaba!); mas luego presume el linajudo Solbes que con un tercio sobrara, pues ¿a qué fin nos endeuda más? Historia esta que se repite desde siglos atrás. Los engañados pagamos el indulto por los ardides de quien siquiera es castigado por su negligencia y avaricia. Que aquí responsables los ha habido a puñados, todos ricohombres que cambiarán las botas y seguirán trajinando.


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