La policía no es tonta



La indiferencia es a la prepotencia como el niño al payaso. El niño se ríe del payaso, porque este lo hace reír.

Pablosky

Las fuerzas de seguridad representan al Estado y se encargan, junto con las fuerzas armadas, de desempeñar una de sus labores esenciales (como dijo Max Weber): ejercer el monopolio de la violencia legítima. Por tanto, dado su importancia es comprensible que el salario que reciben retribuya sus funciones y que incentive a los mejores para acceder al puesto. Actualmente un Policía Nacional recién jurado cobra, como mínimo, unos 1.500 euros brutos al mes; con catorce pagas amén de pluses. Es decir, que el novato que menos gana casi alcanza el salario medio en España, incluidos en la estadística Amancio Ortega y otros ricachones.

Con estos antecedentes voy a explicar por qué la manifestación de policías nacionales y guardia civiles que ayer aconteció en Madrid  carece de fundamento y sensibilidad social.

  1. No podemos olvidar el contexto en que se produce. Hay un millón de hogares en nuestro país sin ningún sueldo, por tanto, no creo que sea el momento de quejarse. Primero porque como funcionarios disfrutan del empleo más estable. Segundo porque sus retribuciones han aumentado este año un 3% (un punto más que al resto de funcionarios), un 2,3% más que el IPC: es decir, su poder adquisitivo ha crecido considerablemente. Y tercero porque no cobran poco y reivindicar “justicia salarial” desde su posición es una falta de respeto.
  2. Se quejan de cumplir 40 horas semanales de trabajo. No necesito siquiera apelar a las cifras del paro para rebatir esta procacidad. Simplemente insto a los manifestantes que pregunten a sus amigos, al panadero o a sus conserjes cuántas horas trabajan (y cuánto cobran por cada una).
  3. Argumentan que los policías locales y autonómicos ganan más y se lo reprochan al Gobierno. Pero ocultan que eso no es competencia de la Administración central sino de Ayuntamientos y Autonomías. Comprendo su envidia pero, que me perdonen, resulta frívola.
  4. Reclaman más dinero pero no les preocupa de dónde sacarlo: los recursos son limitados y dar a unos implica quitar a otros. Por tanto, aunque suene duro, ¿qué ganamos los ciudadanos? ¿Nos van a proteger mejor por recibir más? Supuestamente están al servicio del Estado… pero no comprenden los conceptos “crisis” y “austeridad presupuestaria”. Si tan mal están por qué tanta gente oposita.
  5. El manifiesto ha sido desacertado. Alardean de que “cumplen” pese a sus malas condiciones laborales; parece que cumplir con sus obligaciones fuese algo meritorio. Protestan porque Rubalcaba se apropia de sus logros: el Ministerio de Interior es su “empresa” y por tanto éxitos y fracasos son compartidos (también es responsable cuando fallan); y además, nunca he oído negar la autoría a la policía. Por último, la saturación de sensacionalismo: basta ya de encopetarse con que se juegan la vida a diario, ¿acaso no se la juega el obrero que sube a un andamio de sesenta metros?
  6. Encarnan el poder ejecutivo, la fuerza del Estado y su teórica neutralidad política. Entonces ¿por qué ha leído el manifiesto Rosa Díez? En este caso tan excepcional los políticos pueden apoyar o incluso acudir a la movilización, pero no adquirir protagonismo. Hasta han vitoreado “¡Rosa presidenta!” ¿Significa que simpatizan con UPyD? Porque como ciudadanos particulares opinarán lo que consideren, pero en ese momento representan dos instituciones públicas, teóricamente ajenas a la política. Pequeño detalle este desteñido partidista que por sí solo deslegitima la algarada.

Conste que admiro y agradezco la labor tan importante de la policía (aunque mis experiencias no hayan sido justas ni agradables). Pero deberían mirarse al espejo, porque problemas sobran y nada les perjudica más. En demasiadas ocasiones se añora una actitud proactiva y un trato correcto para con los ciudadanos: una conducta más ejemplar en compensación a sus privilegios. Mientras tanto, sus réplicas distan mucho de calar entre la gente de a pie.


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