Política de audiencias, demagogia perpetua



"La demagogia es la capacidad de vestir las ideas menores con las palabras mayores". Abraham Lincoln

Tristeza, preocupación, empatía con la familia, impotencia e incomprensión. Son las reacciones que provocan en la gente las noticias de asesinatos. Hay decenas de asesinatos de los que nadie, salvo los allegados, se entera. Aparecen en las páginas de sucesos otras tantas informaciones sobre homicidios, aunque tratados muy sucintamente, sin apenas llamar la atención. Y solo unas pocas alcanzan un seguimiento mediático considerable.

En todo caso son noticias trágicas que nos conmocionan a todos. Pero no podemos vivir siempre rodeados de crímenes y por ello, en cierto modo, debemos agradecer a los medios que solo concedan prominencia a algunos casos. Cuando esto sucede el asesinato copa la primera plana informativa y víctimas y asesinos se transforman en símbolos. Como ha sucedido con Marta (nos resulta tan familiar que ya no es necesario ni el apellido). Pero no hay que confundir relevancia informativa con importancia real ni, mucho menos, con poder.

Antonio del Castillo (el padre) se ha convertido de la noche a la mañana en un líder de masas. Incluso se atreve a hablar en nombre del pueblo. Primero fue con Zapatero en Moncloa, un lugar en donde solo algunos líderes privilegiados tienen oportunidad de personarse. Ayer se reunió con Rajoy en su propia casa. ¿Para qué? ¿Realmente hay algún interés más allá del político-mediático en esas reuniones? ¿Por qué tanto interés en escuchar a un ciudadano que reclama algo inconstitucional?

Zapatero y Rajoy, pese lo que pese, son nuestros representantes, pero Antonio del Castillo no. Nadie le ha votado ni, que yo sepa, ha hecho algo meritorio. Y nadie, salvo él mismo quizás y un puñado de exaltados oportunistas, se toma en serio una reivindicación tan desorbitada como la de la cadena perpetua. Nadie ganaría nada con tal medida y las cárceles perderían su función reeducadora.

Claro, que incluso hasta cierto punto su comportamiento es comprensible, y quién ante su dolor es capaz de negarle el apoyo: políticamente no sería correcto pararle los pies. Pero menos correctos son nuestros políticos, nuestras voces legislativas, que con su oportunismo se están aprovechando del sufrimiento de una familia para hacer demagogia. No deberían haber aceptado esas reuniones. Que el pueblo sea populista se entiende, quién si no, pero los políticos deberían dar ejemplo.

Lo peor de todo vendrá cuando Antonio del Castillo se caiga de la nube de flashes, focos y micrófonos en la que está inmerso. En un par de meses descubrirá que ha dejado de interesar a los medios, que la masa casi ha olvidado a su hija y que de sus reuniones con los dos principales políticos del país no quedan más que dos fotos bonitas que comparten estantería con la de Marta.


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